Estoy metido en una máquina Magnetom Cima.X de resonancia magnética. Un imán muy potente toma imágenes de mi cerebro. Tengo tapones en los oídos para suavizar los ruidos del escáner. He debido de quedarme dormido a ratos, porque los 40 minutos de inmovilidad pasan rápido.
Es martes, 4 de febrero de 2025. He venido al Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas, CIEN, porque soy voluntario en el proyecto de investigación SCAP-AD que tiene como objetivo avanzar en la detección temprana de la enfermedad del Alzhéimer. La fundación está creando un banco de datos que pueda utilizarse como herramienta de diagnóstico.
El proyecto, que coordina la doctora Isabel López Torres y en el que colaboran 13 centros nacionales, está financiado por el Instituto de Salud Carlos III con cargo a los fondos europeos NextGeneration. Lo dirige el doctor Pascual Sánchez-Juan. «Es fundamental tener información para validar una serie de pruebas que aún no han llegado a la atención clínica. Necesitamos muchos voluntarios como usted para obtener evidencias científicas. Eso es lo que nos ayudará en el futuro para la detección de la enfermedad en personas que no tienen ningún síntoma pero que están empezando a acumular esta patología en el cerebro y sobre los que se podría aplicar un tratamiento, que es algo que hoy aún no se hace».

En España hay cerca de un millón de personas con Alzhéimer. Más de 55 millones lo sufren en todo el mundo, y esa cifra se multiplicará por dos o tres hacia 2050. Tenemos Alzhéimer cuando hay daños en las neuronas, las células que necesitamos para todo lo que hacemos: andar, escribir, hablar, pensar. Averiguar qué se puede hacer para que el deterioro vaya más despacio es razón suficiente para invertir en este banco de datos. La doctora María Ascensión Zea-Sevilla, neuróloga, lo explica: «Estás aquí para colaborar, con tu evaluación, tus análisis y tus pruebas en la búsqueda de marcadores de diagnóstico precoz de enfermedades degenerativas. Cuanto más rápido sea un diagnóstico, más rápido podemos actuar«.
Son las 12.30 de la mañana cuando acaba la resonancia magnética. Veo las imágenes de mi cerebro en la pantalla del ordenador de la sala de control de este equipo de última generación en el Centro Alzhéimer Fundación Reina Sofía en Vallecas (Madrid). La unidad, la más potente que existe, lleva unos meses funcionando en el CIEN. Gracias a las donaciones se ha podido abordar su coste, de unos tres millones de euros.
En las dolencias neurodegenerativas como el Alzhéimer, los marcadores -elementos que predicen, detectan o pronostican la enfermedad- buscan la acumulación de dos proteínas en el cerebro, la tau y la beta-amiloide. Hoy en día no hay tratamientos que curen la enfermedad, pero sí nuevas medicinas y terapias que están revolucionando este campo.
Mi jornada, después de rellenar los formularios de consentimiento SCAP-AD y bajo la guía de Sandra Anguís, ha empezado con una exploración física básica y una extracción de sangre a cargo de la enfermera Marta Antón. El análisis es importante para identificar los biomarcadores de las proteínas que revelan el nivel de riesgo que tiene una persona de desarrollar Alzhéimer.

A continuación, la evaluación cognitiva: una hora de ejercicios de memoria con la neuropsicóloga Lucía Valeriano. Una lástima no poder reproducir los test, por los riesgos de sesgo, propiedad intelectual y otras restricciones; es una hora intensa, fatigosa y estimulante. Se trata de calibrar la memoria -el deterioro o la pérdida- a través de secuencias de números y letras, reproducción de imágenes, repetición de frases… Se observa la concentración, la memoria inmediata y a largo plazo, la orientación espacial, la atención, el lenguaje, la capacidad de conexión de elementos.
Después, la resonancia magnética con el equipo de neuroimagen, dirigido por el doctor en neurociencia clínica Michel Grothe. La máquina «de campo cerrado» -es decir, que se está metido en un tubo poco aconsejable para claustrofóbicos- tiene un campo magnético horizontal de tres teslas (el tesla es la unidad de potencia de los imanes, y se llama así en honor de Nikola Tesla, el inventor e ingeniero croata nacionalizado estadounidense y fallecido en 1943 que también dio nombre al actual automóvil eléctrico) y un gradiente de 200 mT/m (los gradientes son campos magnéticos adicionales que varían en intensidad y proporcionan imágenes de un detalle espectacular).
La resonancia magnética de 3 teslas -que genera un campo magnético sesenta mil veces más fuerte que el de la Tierra- y la modulación que permite el gradiente son las claves de este aparato fabricado por Siemens, porque permiten analizar y observar el funcionamiento del cerebro en tiempo real: el escáner detecta la activación de las neuronas en el momento en que se produce, y puede dibujar un mapa de las áreas cerebrales que se activan cuando se habla, se lee, se escucha, se mueve un brazo… Sabiendo todo esto -o creyendo que se sabe-, los ruidos y vibraciones de las bobinas de gradientes, la resonancia de las secuencias para obtener las imágenes y las pequeñas incomodidades son un precio ínfimo a pagar. Es una máquina prodigiosa.
Concluida la resonancia, más extracciones: saliva, pelo y lágrimas -si hiciera falta, habrá una de líquido cefalorraquídeo). Como en el caso de la sangre, se buscan marcadores. Todos los datos del estudio se almacenan en un banco para mejorar el conocimiento de la enfermedad de Alzhéimer en las herramientas de diagnóstico y en el desarrollo de tratamientos.
Última etapa: examen neurológico con la doctora Zea-Sevilla. La conversación con la neuróloga tiene que ver con mi historial médico personal y familiar, mis estados de ánimo, el optimismo y el pesimismo… Nuevas pruebas de funcionamiento cognitivo, desde la detección de posibles alteraciones del sueño y del tipo de pesadillas que se tienen hasta un largo ejercicio de capacidad olfativa. La pérdida de este sentido es uno de los indicadores tempranos del Alzhéimer. Y de eso se trata: «Hacer un diagnóstico precoz nos puede llevar a anticipar y aplicar todo lo que ya sabemos y tenemos antes, y a lo mejor hacer que el proceso de deterioro cognitivo y de pérdida de funciones sea más lento».

La Fundación CIEN tiene ahora mismo tres proyectos muy importantes. El SCAP-AD ya mencionado (del que soy voluntario) para el diagnóstico precoz del Alzhéimer.
Después, la creación de una cohorte clínica de demencia frontotemporal que está organizando el Consorcio Madrid-DFT: neurólogos de 17 centros hospitalarios de la comunidad y del CIEN. Es el estudio de un conjunto de pacientes que ya tienen un diagnóstico de este tipo de deterioro cognitivo, la segunda causa de demencia después del Alzhéimer. «El objetivo es buscar un marcador directo de diagnóstico. Tenemos ya 65 pacientes, ya diagnosticados», dice la doctora Zea-Sevilla. Se buscan biomarcadores (proteína Tau, TDP-43, en vesículas extracelulares, biomarcadores de neuroinflamación) con nuevas tecnologías como RT-QulC y Simoa.
Tercer proyecto, la creación de un banco de tejidos cerebrales, el proyecto BTCIEN que recibe donaciones tanto de cerebros sanos como de cerebros de personas que han sufrido diversas enfermedades para estudiar las patologías. Ser donante de tejido cerebral es tan sencillo como ser donante de cualquier órgano para trasplantar.

En este centro y con este proyecto SCAP-AD se lleva a cabo una labor científica intensa y paciente: «Trabajamos para el futuro, para cuando estén disponibles esos tratamientos para gente asintomática. Y en el caso de personas con síntomas, lo que vamos a hacer es poder diagnosticarlos antes», dice el doctor Sánchez-Juan, que menciona los «pequeños pasos» que se dan con «los fármacos antiamiloides, ya aprobados en EEUU y que en Europa se van a aprobar. Son los primeros avances en más de veinte años. Y detrás de estos vienen otros». ¿Y luego? «Creo que en algún momento podremos cronificar la enfermedad y que uno pueda estar con pequeños problemas de memoria durante mucho tiempo sin que avance la patología«.
Es una revolución. Pero es silenciosa, y eso es un problema. «No hay suficiente conciencia. El problema es gigantesco, pero no se invierte lo suficiente, no se planifica para hacer frente a lo que nos viene. Las cifras de enfermos se van a duplicar de aquí a unos años y necesitamos estar preparados. Necesitamos un plan nacional de demencias: planificar la investigación, el cuidado, los aspectos sociosanitarios…vamos a tener que hacer muchos cambios en la sanidad, desde unidades especializadas que sepan manejar estas herramientas diagnósticas que estamos estudiando en nuestro proyecto hasta llegar a la clínica, a adaptarnos para poder ofrecerlo a los pacientes de la mejor forma posible con los tratamientos que vayan llegando».
El doctor Sánchez-Juan está al frente de un equipo con una misión: «Probar tecnología punta y ver cómo se puede trasladar luego a la asistencia. Esto es como la Fórmula 1: aquí probamos los prototipos y luego intentamos que esto llegue al coche utilitario de la forma más democrática posible». Así que es vital «invertir dinero en la investigación si se quiere avanzar. Hay mucha investigación en enfermedades neurodegenerativas, pero siempre es insuficiente. En España es necesario un plan de Alzhéimer con recursos para hacer frente a los que nos viene. Hay que prepararse».
Hay que prepararse. Lo fácil es ser voluntario: una mañana apasionante que pasa volando. También es fácil -aunque menos- hacer que los familiares afectados participen en los proyectos y hacerse donante de tejido cerebral (un poco más arriba está toda la información práctica que necesitan).
Es más difícil -hace falta conciencia de la sociedad y voluntad política- dedicar recursos suficientes a las investigaciones, a estas y a tantas otras. Pero es fundamental. Mejorar los tratamientos y la eficacia de los sistemas de salud pública es calidad de vida para millones de personas. Son esfuerzos que dan resultados. Dan la medida de cómo una sociedad se preocupa del bienestar de los ciudadanos. La investigación es clave para mejorar sus vidas. Para salvarlas.